El juego como actividad, sea tanto de mesa, vía online o el juego físico no es otra cosa que un modo que tiene el ser humano para matar al monstruo que creó: el tiempo. Sin embargo, el componente de riesgo que admiten ciertos juegos puede ser un gran aliciente, incluso para ganar un dinero extra. Eso sí, siempre bajo la premisa de mantener la templanza.
Matando el tiempo
A lo largo de nuestro paso por la historia, como seres humanos hemos intentado abordar, posiblemente, el que sería uno de los más grandes problemas que nos confiere nuestro libre albedrío: el tiempo. El afán en medirlo, calcularlo y clasificarlo guiándonos por las leyes de la naturaleza acabó por convertirse, más que en un alivio, en una condena. Y es ahí donde podríamos marcar el nacimiento de aquello de matar el tiempo, que no es otra cosa que llenarlo de distintas actividades de distracción como lo es jugar. Actividad, huelga decir, que goza de tantas variantes que su espectro oscila entre históricos como el parchís y candentes como los juegos de apuestas.
A pesar de que los juegos de mesa sean siempre un perfecto aliciente para amenizar nuestro tiempo en compañía, y también en soledad, a menudo necesitamos un valor de riesgo que sitúe la diversión en un paradigma de seriedad distinto. Las casas de apuestas, ahora incluyendo casinos online, son, en ese sentido, un verdadero templo a la emoción. Basándose en un juego de intuiciones y expectativa, su decurso nunca admite aburrimientos y, además, vencer supone ganar dinero. Es el caso de reconocidos casinos como https://www.casino777.es/, donde su vergel multitemático de juegos promete, sin lugar a dudas, matar el tiempo como nunca antes.
Del tablero a la pantalla
Como se ha comentado, la suerte y la maldición del ser humano para con el tiempo que lo envuelve fue, precisamente, lograr calcularlo. Aunque ello supuso todo un hito de la historia humana, los ratos muertos se convirtieron en un casi incorregible tedio por el que, en muchos ejemplos, hemos cometido gravísimos errores e incluso iniciado terribles guerras. Los juegos, por lo tanto, aparecen aquí como una solución inofensiva a la problemática del tiempo. Tanto es así, que incluso escritores como Pere Calders escribían sobre intrincadas trifulcas bélicas que, insólitamente, se solucionaban mediante una simple partida a un sencillo juego tradicional.
Evidentemente, y aunque lo tradicional se mantenga siempre firme como un baluarte de diversión inexpugnable, el juego evoluciona. Ya los primeros videojuegos supusieron toda una metamorfosis del sector, donde las pantallas y el movimiento virtual permitió soñar a lo grande y, aunque de forma ficticia, trascender las grandes batallas sobre el tablero a una experiencia de inmersión inefablemente realista. Más todavía lo fue su conversión cuando Internet admitió su existencia en la red, propagando una ráfaga de juegos online que también incluye juegos de azar y apuestas, como por ejemplo podemos encontrar en https://casino.netbet.com.mx/.
Jugando a la ambivalencia
Si bien los videojuegos, e incluso los juegos de mesa, tienen un componente de riesgo relativamente mínimo –en el sentido que no arriesgamos nada más que la partida que jugamos–, las apuestas lo duplican. Dado que la apuesta no es ser vencedor o perdedor de una partida, sino ganar o perder nuestro dinero, su desarrollo es muchísimo más apasionado para el jugador tanto si gana como si pierde. Motivo por el que, a fin de establecer un mayor grado de emoción, casinos como 777 permiten jugar con más cantidad de dinero de la que hemos depositado. Un modo de facilitar nuestro acceso al interesante mundo de la apuesta.
Del mismo modo que sucede en los juegos de mesa, la suerte aparece en los juegos de casino como un actor ambivalente que tanto puede ser amigo como enemigo. En el primer supuesto, cuando la suerte está de nuestra parte, el gozo es inmenso, dado que nos permite aumentar la cantidad apostada dirigiéndonos hacia suculentos beneficios. Al otro lado de la balanza, sin embargo, se encuentra un supuesto más incómodo y que de no tratarse con cautela nos puede acarrear problemas. No obstante, en ambos casos, tanto si ganamos como perdemos, es siempre necesario regirse per cierta coherencia y verosimilitud para cuanto sabemos, que suele ser poco o nada.
Bendita templanza
Aunque la incerteza forme parte inseparable de este tipo de juegos, la realidad es que sí existen modos de controlar nuestro error y nuestro acierto. O, al menos, de contenerlos para no pasarnos de la raya. Mientras que una buena jugada puede incitarnos a apostar más dinero del que tenemos por creer que estamos en racha, la mala jugada puede hacerlo autoconvenciéndonos de que la próxima partida será mejor. Con esto es fácil deducir que lo primordial en esta clase de juegos no es la cantidad ni la intensidad, sino la templanza.Tanto si creemos ganar como si corroboramos nuestra derrota, siempre debemos tener algo claro: retirarse a tiempo. Ello no debe implicar, en ningún caso, cierta fantasía por cuanto podríamos haber obtenido, así como tampoco sentirnos conformistas. Cuando establecemos una relación con el azar, debemos ser conscientes de su espíritu errático, pero sin jamás olvidar su punzante emocionalidad en el estómago. Al fin y al cabo, tan sólo se trata de un modo de poder ganar un delicioso ingreso pasivo luchando contra el monstruo que creamos. De nuevo, el dichoso tiempo.