Seguro que muchos habéis leído «El Principito» y el que no lo haya hecho desde aquí le recomendamos que lo haga lo antes posible.
Estamos ante una novela corta escrita por el francés Antoine de Saint-Exupéry y publicada por primera vez en el año 1943. Se puede englobar en el género infantil a la vez que en la ficción y la fábula. Precisamente en el año 2018 cumple su 75 aniversario y podemos decir que se sigue conservando joven como el primer día que salió a la venta.
Es un cuento donde podemos sacar numerosas lecciones de la vida, con críticas sociales, nos enseña el valor de la amistad.
El personaje principal de «El Principito» es un el propio Principito, junto al aviador, pero también podemos encontrarnos con otros que también son imprescindibles como la oveja, el farolero, la rosa, el zorro o el avaricioso.
Nosotros hemos recopilado una colección de varias de las que creemos que son las mejores frases que hay escritas en el libro. Frases de vida vistas desde los ojos de un niño que nos darán lecciones para aprender y ser mejores personas.
Frases de «El Principito»
Yo puedo juzgarme a mí mismo en cualquier parte y no tengo necesidad de vivir aquí.
Es igual con la flor. Si quieres a una flor que habita en una estrella, es muy dulce mirar al cielo por la noche. Todas las estrellas han florecido.
Si alguna vez viajan -me decía- esto podrá servirles mucho. A veces no hay inconveniente en dejar para un poco más tarde el trabajo; pero tratándose de baobabs, el retraso es siempre fatal. Yo he conocido un planeta, habitado por un perezoso que descuidó tres arbustos.
¡Qué planeta más raro! -pensó entonces el principito-, es seco, puntiagudo y salado. Y los hombres carecen de imaginación; no hacen más que repetir lo que se les dice. En mi tierra tenía una flor: hablaba siempre la primera.
Lo esencial es invisible a los ojos -repitió el principito para acordarse.
Si alguien ama a una flor de la que sólo existe un ejemplar entre millones y millones de estrellas, es suficiente mirar al cielo para ser feliz pues puede decir satisfecho: Mi flor está allí, en alguna parte.
Únicamente los niños saben lo que buscan. Pierden el tiempo con una muñeca de trapo que viene a ser lo más importante para ellos y si se la quitan, lloran.
En el planeta del principito había, como en todos los planetas, hierbas buenas y hierbas malas y, por lo tanto, semillas de unas y otras. De las buenas semillas salían buenas hierbas y de las semillas malas, malas hierbas.
Se debe pedir a cada cual lo que esta a su alcance realizar.
Te miraré de reojo y tu no dirás nada. La palabra es fuente de malentendidos.
Conozco un planeta donde vive un señor muy colorado, que nunca ha olido una flor, ni ha mirado una estrella y que jamás ha querido a nadie. En toda su vida no ha hecho más que sumas. Y todo el día se lo pasa repitiendo como tú: ¡Yo soy un hombre serio, yo soy un hombre serio! Al parecer esto le llena de orgullo. Pero eso no es un hombre, ¡es un hongo!
Este astrónomo hizo una gran demostración de su descubrimiento en un congreso Internacional de Astronomía. Pero nadie le creyó a causa de su manera de vestir. Las personas mayores son así.
Felizmente para la reputación del asteroide B 612, un dictador turco impuso a su pueblo, bajo pena de muerte, el vestido a la europea. Entonces el astrónomo volvió a dar cuenta de su descubrimiento en 1920 y como lucía un traje muy elegante, todo el mundo aceptó su demostración.
Nada en el universo sigue siendo igual si en alguna parte, no se sabe dónde, un cordero que no conocemos ha comido, o no, a una rosa.
Fue el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la hizo tan importante.
El principito, que me hacía muchas preguntas, jamás parecía oír las mías.
Sólo se conoce bien lo que se domestica -dijo el zorro-. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada; todo lo compran ya hecho, Y como en las tiendas no se venden amigos, los hombres ya no tienen amigos. ¡Si quieres tener un amigo, entonces debes domesticarme!
Cuando el misterio es demasiado impresionante, es imposible desobedecer.
Sólo hay que pedir a cada uno, lo que cada uno puede dar -continuó el rey. La autoridad se apoya antes que nada en la razón. Si ordenas a tu pueblo que se tire al mar, el pueblo hará la revolución. Yo tengo derecho a exigir obediencia, porque mis órdenes son razonables.
Las flores son débiles. Son ingenuas. Se defienden como pueden y las espinas son su defensa.
El suelo del planeta del principito estaba infestado de semillas de baobabs que si no se arrancan acabando de surgir y en cuanto se les reconoce, pueden cubrir todo el planeta, perforarlo con sus raíces y, si el planeta es muy pequeño y los baobabs son muchos, lo hacen estallar.
Es una locura odiar a todas las rosas porque una te pinchó. Renunciar a todos tus sueños porque uno de ellos no se realizó.
Tengo poderosas razones para creer que el planeta del cual venía el principito era el asteroide B 612. Este asteroide ha sido visto sólo una vez con el telescopio en 1909, por un astrónomo turco.
Lo que realmente embellece al desierto -dijo el principito- es el pozo que se oculta en algún sitio.
Viví mucho con personas mayores y las he conocido muy de cerca; pero esto no ha mejorado demasiado mi opinión sobre ellas.
Que los volcanes estén extinguidos o se despierten es igual para nosotros. Lo interesante es la montaña del volcán y ésta nunca cambia
Él se enamoró de sus flores y no de sus raíces, y en otoño no supo qué hacer.
A los mayores les gustan mucho las cifras. Cuando se les habla de un nuevo amigo, jamás preguntan cosas esenciales como: ¿Qué tono tiene su voz? ¿Qué juegos prefiere? o ¿Si le gusta o no coleccionar mariposas? En cambio preguntan: ¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre? Solamente con estos detalles creen conocerle.
Será necesario que soporte dos o tres orugas, si quiero conocer las mariposas; creo que son muy hermosas. Si no ¿quién vendrá a visitarme? Tú estarás muy lejos. En cuanto a las fieras, no las temo: yo tengo mis garras.
Es una cuestión de disciplina, me dijo más tarde el principito. Después de que uno termina su baño matinal, hay también que limpiar la casa, es decir, acicalar cuidadosamente al planeta. Hay que arrancar los baobabs en cuanto se les distingue de los rosales pues se parecen mucho cuando son pequeñitos. Es fácil aunque fastidioso.
Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que juzgar a los demás. Si logras juzgarte bien a ti mismo eres un verdadero sabio.
Es muy triste olvidar a un amigo. No todos han tenido un amigo.
Para los vanidosos todos los demás hombres son admiradores.
Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres.
Sólo hay que exigir a cada quien, lo que cada uno puede hacer -continuó el rey. La autoridad siempre debe apoyarse en la razón.
Caminando en línea recta no puede uno llegar muy lejos.
Yo -dijo aún- tengo una flor a la que riego todos los días; poseo tres volcanes a los que deshollino todas las semanas, pues también me ocupo del que está extinguido; nunca se sabe lo que puede ocurrir. Es útil, pues, para mis volcanes y para mi flor que yo las posea. Pero tú, tú no eres nada útil para las estrellas
Y ahí está el gran misterio. Para ustedes que quieren al principito, lo mismo que para mí, nada en el universo habrá cambiado si en cualquier parte, quién sabe dónde, un cordero desconocido se ha comido o no se ha comido una rosa.
Mi dibujo no representaba un sombrero. Representaba una serpiente boa que digiere un elefante. Dibujé entonces el interior de la serpiente boa a fin de que las personas mayores pudieran comprender. Siempre estas personas tienen necesidad de explicaciones.
Los baobabs comienzan por ser muy pequeñitos.
Bebo para olvidar que soy un borracho.
La gente tiene estrellas pero no significan lo mismo para todos. Para algunos, los que viajan, las estrellas son sus guías. Para otros sólo son lucecitas. Para los sabios las estrellas son motivo de estudio y para mi hombre de negocios, eran oro. Pero todas esas estrellas no dicen nada. Tú tendrás estrellas como nadie ha tenido
Es una cuestión de disciplina, me decía más tarde el principito. Cuando por la mañana uno termina de arreglarse, hay que hacer cuidadosamente la limpieza del planeta. Hay que dedicarse regularmente a arrancar los baobabs, cuando se les distingue de los rosales, a los cuales se parecen mucho cuando son pequeñitos. Es un trabajo muy fastidioso pero muy fácil.
Me pregunto si las estrellas se iluminan con el fin de que algún día, cada uno pueda encontrar la suya.
Los hombres -dijo el principito- se meten en los trenes pero no saben a dónde van. No saben qué quieren ni saben que buscar.
No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo.
Claro que nosotros, como sabemos comprender la vida, nos burlamos tranquilamente de los números. A mí me habría gustado empezar esta historia a la manera de los cuentos de hadas.
Si un cordero come arbustos, se comerá también las flores ¿no?
Las personas mayores nunca pueden comprender algo por sí solas y es muy aburrido para los niños tener que darles una y otra vez explicaciones.
Lo que hace más importante a tu rosa, es el tiempo que tú has perdido con ella.
¡Bueno! Te admiro -dijo el principito encogiéndose de hombros-, pero ¿para qué te sirve?
Será necesario soportar la molestia de dos o tres orugas, si quiero conocer las mariposas; creo que son muy hermosas.
Este sería despreciado por los otros, por el rey, por el vanidoso, por el bebedor, por el hombre de negocios. Y, sin embargo, es el único que no me parece ridículo, quizás porque se ocupa de otra cosa y no de sí mismo.
¡La Tierra no es un planeta cualquiera! Se cuentan en él ciento once reyes (sin olvidar, naturalmente, los reyes negros), siete mil geógrafos, novecientos mil hombres de negocios, siete millones y medio de borrachos, trescientos once millones de vanidosos, es decir, alrededor de dos mil millones de personas mayores.
¡No supe comprender nada entonces! Debí juzgarla por sus actos y no por sus palabras. ¡Ella perfumaba e iluminaba mi vida! ¡No debí haber huido! ¡No supe reconocer la ternura detrás sus pobres astucias! ¡Son tan contradictorias las flores! Y, yo era demasiado joven para saber amarla.
Los hombres -dijo el principito- se meten en los rápidos pero no saben dónde van ni lo que quieren. Entonces se agitan y dan vueltas.
Tener un amigo es un verdadero privilegio y si uno se olvida de ellos se corre el riesgo de volverse como las personas mayores que sólo se interesan por las cifras y los números. Para evitar esto, he comprado una caja de lápices de colores.
Yo no debía hacerle caso nunca hay que hacer caso a las flores, basta con mirarlas y olerlas. Mi flor embalsamaba el planeta, pero yo no sabía gozar con eso.
Imágenes con frases de El Principito
Aquí tenéis más imágenes con frases del libro de El Principito. Esperamos que os gusten.
Podéis encontrar las mismas frases entre las que hemos publicado arriba por si no deseáis usar las imágenes.
Seguro que todos podemos aprender algo de estas frases sobre el Principito.
Y esto es todo por hoy.